Me dí cuenta que ya no podía seguir jugando con la incertidumbre. Aquella que me ha aprisionado durante tantos meses. Y por eso, y también porque no podía seguir callada, hablé. Hablé por primera vez en la vida de lo que sentía de verdad.
Os lo confesé, tan rápido como supe que debía hacerlo, y aunque supiera que de igual modo nada iba a suceder.
Os lo dije porque pensé que teníais el derecho de saberlo. Porque sois mis amigos y os quiero, y porque no negaré que necesitaba compartirlo con vosotros. No sé si algún día seré capaz de decírselo a ella, tampoco importa mucho ahora. Hace tiempo que comenzó la batalla, aquella que en sueños me lleva hasta la felicidad. Y aunque es dura y costosa, peligrosa e imposible de vencer, sé que no me queda otra opción puesto que no la voy a poder olvidar nunca. Así que, lucharé con todas mis fuerzas, aunque me esté hundiendo yo en mi propia ruina, aunque de forma alguna me esté matando. Porque sé que ya no puedo vivir sin ella, que aunque nunca la tuve, nunca supo nada, y sigue sin saberlo, es lo único que me queda por intentar antes del suicidio.
Algunos me llamarán masoca, otros no lo sé, pero aún así jamás me rendiré, ni aunque mil siglos nos separen, ni aunque la tierra explote, ni siquiera porque ella ame a otra. Esperaré el tiempo que haga falta, soy paciente. Y aunque sé que ahora mismo no hay ni una sola posibilidad, no me voy a echar abajo por ello, sino que voy a levantar el puño y a echar todo el coraje que haga falta, el mismo coraje que me ha seguido hasta ahora, para hacer de lo imposible posible, para dejar de soñar de una buena vez, y hacer de mis sueños realidad.
Aún mantengo el presentimiento de que algo pueda pasar. Y mientras la luna brille cada noche a mi vera, esa misma luz me dejará verte una vez más.
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