martes, 22 de enero de 2008

¿Qué más da lo que me digan que debo hacer? ¿Y si un día decido no hacer caso? hacer lo que me de la gana, total, ¿Qué me puede pasar?

Mis labios se curvaron en una pícara sonrisa.
Yo, sentada sobre la silla, enfrente de la mesa, quieta.
En ese momento, debería haberme levantado hacia la mesa de la profesora, para coger los cuadernos y subirlos arriba. Pero pensé: ¿Por qué debo hacerlo?, ¿Por qué tengo que perder diez minutos de mi tiempo, subiendo escaleras? ..., no..que baje ella..
Un rato después, unos tacones se oyeron fuera. Y segundos más tarde, la puerta se abría, dejando así ver, su silueta, delgada y escuchimizada por la vejez, recorriendo el aula de clase, a lo largo, hacia mi mesa. Nuestros rostros se fijaron, y aunque mi cuerpo estaba allí presente, mi mente estaba muy lejos, en libertad, con forma de paloma blanca volando por los aires.
Y allí estaba ella, exigiendo una respuesta. Respuesta que no fue contestada..., con las mismas, cogió y se marchó.

Entre tanto, por unos minutos, pude sentir, el dulce sabor de la libertad verdadera, aquella que esta siempre presente en nuestras mentes, el sabor de la pura adolescencia, la rebeldia que llevamos cada uno de nosotros dentro. Porque por poco que fuera lo que tenía que hacer, una tontería al fin y al cabo, por unos segundos, fui libre,...y feliz...o algo parecido a la felicidad.. porque el resto del día, una cadena rodea muñecas y piernas, y me retiene presa en mi interior, para continuar por el camino "correcto"; mientras, mi parte encadenada, pide salir, para mandar todo a la mierda.

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