Qué rápido culminaron aquellas noches de verano,
Qué temprano madrugaba la madrugada,
De una tristeza ahogada,
Un llanto.
Y ahora las noches siguen igual de estrelladas,
La esclavitud marca la diferencia,
¡Qué pesadas son estas cadenas
que me tienen prieta!
Qué temprano madrugaba la madrugada,
De una tristeza ahogada,
Un llanto.
Y ahora las noches siguen igual de estrelladas,
La esclavitud marca la diferencia,
¡Qué pesadas son estas cadenas
que me tienen prieta!
De día, los caballeros van marcando el paso,
Paso de guerilleros destinados a morir,
Esclavos ellos, esclavos nosotros que los vemos venir,
Van afianzando, inseguros sus pies sobre el prado.
Mantienen firmes sus cabezas,
orgullosos al afirmar,
Que el amor es más fuerte que el dolor.
Mas aquello no les sirve de nada,
Al verse atrincherados bajo una lluvia de espadas,
Sobre sus cuerpos encarnados.
Paso de guerilleros destinados a morir,
Esclavos ellos, esclavos nosotros que los vemos venir,
Van afianzando, inseguros sus pies sobre el prado.
Mantienen firmes sus cabezas,
orgullosos al afirmar,
Que el amor es más fuerte que el dolor.
Mas aquello no les sirve de nada,
Al verse atrincherados bajo una lluvia de espadas,
Sobre sus cuerpos encarnados.
La noche cubrió aquel manto,
Que se cernía sobre ellos,
La noche crujió en llanto,
Purificando.
Los caballeros se levantaron,
de nuevo,
Ya sin cadenas, sobre el pasto,
Gritaron libres a la lluvia,
Que hundia sus alpargatas de esparto,
Cuando llegara el día,
Todo volvería a empezar,
Como un ciclón del que no se pueden zafar.
Que se cernía sobre ellos,
La noche crujió en llanto,
Purificando.
Los caballeros se levantaron,
de nuevo,
Ya sin cadenas, sobre el pasto,
Gritaron libres a la lluvia,
Que hundia sus alpargatas de esparto,
Cuando llegara el día,
Todo volvería a empezar,
Como un ciclón del que no se pueden zafar.
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