Abro los ojos, una potente luz me ciega. Hace calor, más de lo normal.
Cierro los ojos, no puedo ver.
Intento pensar con claridad, ¿Donde estoy?, ¿Qué me pasa?, dejo escapar un grito de auxilio. Nada.
Mi pulso se acelera, mi corazón bate con fuerza, al menos sigo viva. ¡Qué consuelo!
Al cabo de un rato logro tranquilizarme, no consigo nada con alterarme. Me concentro, pongo toda mi energia en cada uno de los cinco sentidos. No escucho nada, ni siento nada, ni veo nada. Mas que esa luz intensa que me quema los ojos hasta el punto de tener que mantenerlos cerrados. El calor persiste, cada vez se intensifica más.
Me quema, estoy ardiendo. Puedo sentir, cómo, poco a poco las llamas alcanzan mis manos, y van subiendo a lo largo de mis brazos, calcinandome completamente. Por mi piel sudorosa, van creciendo las ampollas, hasta hacerse todo ceniza. Ceniza que sigue ardiendo en el suelo. Mi cuerpo se consume entero. Grito, pero nadie me oye, abro los ojos, pero no veo nada, tampoco siento nada más que dolor.
El infierno me consume, me traga, como si fueran tierras movidizas. Y yo desaparezco, me atrapa como una araña atrapa una mosca. Ya no puedo volver.
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