Hoy siento que la vida me da otra oportunidad.
La tormenta ha pasado, dejando tras de si su estela, pero aún así yo sigo viva. No pudieron conmigo. Aquellos caballeros, esos soldados tan cercanos que amenazaban con quitarme la vida, no lograron traspasarme con sus lanzas. No pudieron atravesar mi piel, dura como el cemento. Ni me lastimaron, ni siquiera llegaron a tocarme.
Ahora me rio, del poder que parecían poseer, me rio de sus expresiones de guerra y violencia, de sus ganas de machacarme. Hoy, eres testigo de que resurjo de mis cenizas, aquellas que el fuego quemó, y las mismas que hoy vuelven a elevarse en alto y a constituirme de nuevo. Me levanto, siempre en pie, y grito al cielo que aquí estoy, y que no pararé aunque todo el mundo entero se empeñe en destruirme.
Nunca más caeré, ya es demasiado tarde para eso.
domingo, 22 de marzo de 2009
No pudieron conmigo.
martes, 3 de marzo de 2009
Fuego, mis cenizas siguen ardiendo.
Abro los ojos, una potente luz me ciega. Hace calor, más de lo normal.
Cierro los ojos, no puedo ver.
Intento pensar con claridad, ¿Donde estoy?, ¿Qué me pasa?, dejo escapar un grito de auxilio. Nada.
Mi pulso se acelera, mi corazón bate con fuerza, al menos sigo viva. ¡Qué consuelo!
Al cabo de un rato logro tranquilizarme, no consigo nada con alterarme. Me concentro, pongo toda mi energia en cada uno de los cinco sentidos. No escucho nada, ni siento nada, ni veo nada. Mas que esa luz intensa que me quema los ojos hasta el punto de tener que mantenerlos cerrados. El calor persiste, cada vez se intensifica más.
Me quema, estoy ardiendo. Puedo sentir, cómo, poco a poco las llamas alcanzan mis manos, y van subiendo a lo largo de mis brazos, calcinandome completamente. Por mi piel sudorosa, van creciendo las ampollas, hasta hacerse todo ceniza. Ceniza que sigue ardiendo en el suelo. Mi cuerpo se consume entero. Grito, pero nadie me oye, abro los ojos, pero no veo nada, tampoco siento nada más que dolor.
El infierno me consume, me traga, como si fueran tierras movidizas. Y yo desaparezco, me atrapa como una araña atrapa una mosca. Ya no puedo volver.
domingo, 1 de marzo de 2009
¿Realmente todo está en manos del Destino?
Un largo sendero se cierne sobre mis pies.
Pedregoso y acosado por las sombras, árboles que tapan el sol.
Camino, despacio, bara en mano, sobre la tierra. Poco a poco voy alzando la mirada que se me pierde en el horizonte. Mis pasos son firmes, decididos, pero estudiados y cautos. Nunca he sido de esas personas que por costumbre andan dando pasos en falso. Sin embargo, el sudor empieza a caer por mi espalda, frente y nuca, dejando así empapadas mis ropas. Cada paso es un sacrificio, es una meta conseguida y pagada con duro esfuerzo. El sol ha desaparecido ya por entre las nubes.
Avanzo, en silencio. El cansancio empieza a hacer mella, se puede apreciar en mi rostro difuminado. Conforme voy adentrandome y dejandome engarzar por las ramas de los árboles, mi respiración entrecortada se dispara. Me va faltando el aire. Y mi corazón late fuerte, me hierve la sangre, colorea mi piel rojiza. Mi garganta arde sedienta, no hay agua para beber, me escasea la saliva. Mi peso va dejandose caer sobre el bastón, incapaz ya de sostenerme en pie. Pero a pesar de ello, sigo caminando, adentrandome por el sendero, a solas.
Después de tanto tiempo, tiempo que araña mi vida, veo porfin una bifurcación en el camino. Que me dirija a la izquierda o a la derecha depende únicamente de un sólo hecho. El Destino.
No hay más opciones, yo no puedo elegir, mas otros elegirán por mí.